[22:45]
La luz que entraba por la ventana me obligó a abrir los ojos para encontrarme de nuevo en el mismo lugar que cada día. El sofá mullido de aquel apartamento que era el único que se atrevía a recibirme con los brazos abiertos cada noche.
Sí, aquel que cuando llegaba a casa con una borrachera increíble se rendía a mí y me invitaba a pasar la noche con él. Cierto, no era el plan más romántico que se podía tener, pero digamos que aquel sofá era cómo mi amante, de esos que te esperan despiertos hasta las tantas para recibirte, de esos que no esperan tan sólo sexo de ti y que te arropan minutos antes de que caigas rendida en las garras de Morfeo.
Cerré la mano derecha en un puño y con los nudillos de ésta comencé a frotar alternativamente cada uno de mis ojos durante un par de segundos.
―Mierda. ― Murmuré cuando observé mis nudillos ahora negros. Había olvidado por completo que ni tan siquiera me había desmaquillado. Perfecto, ahora debía tener un jeto parecido al de un muerto viviente o algo similar. Para colmo el sabor de alcohol mezclado con porros, y ve tú a saber que más, que tenía en la boca no ayudaba mucho a despertarme con buen humor.
Avancé a regañadientes por el corto pasillo que había de camino al baño para darme una buena ducha de agua fría. Necesitaba estar completamente despejada si quería volver a aquel dichoso local con una sonrisa falsa dibujada en el rostro.
[23:15]
Bolso, abrigo, llaves, tabaco. Lista. Cerré la puerta con un portazo y eché a andar camino al Bloodstream dónde esperaba encontrarme a mi queridísimo jefe y tocarle un poco las narices. Bueno, tampoco tanto. Al menos tratar de decirle
amablemente que ya era hora de que me pagara de una vez. No lo aguantaba, era el único que tenía la culpa de que detestase ir al trabajo. Exacto, todo se jodió cuando me enteré de que aquel cabrón era el que decidía pagarme o no y, para colmo, debía obedecer a cada petición que tenía.
[…]
Entré al local con paso decidido. 23:30. Perfecto, había llegado con suficiente antelación como para tener una charla con él. Busqué el pasillo que llevaba hasta aquel despacho y justo antes de cruzarlo me aseguré de colocar bien la minifalda que me había puesto aquella noche y desabrochar un par de botones del largo abrigo que tan sólo cubría mis piernas hasta medio muslo.
Reanudé el paso dejando que mis altos tacones repiquetearan levemente con cada uno de mis pasos. La mirada del hombre que siempre estaba allí vigilando quién entraba y quién no se posó sobre mí, observándome de arriba abajo con cara de pocos amigos. Mirada que obviamente le devolví.
― Aparta, voy a hablar con él. ― Contesté con un tono lo suficiente frío como para que se diera cuenta de que no me iba a andar con jueguitos. En un par de segundos su cuerpo se apartó de la entrada y me cedió el paso. Mi mano se posó sobre el pomo y, tras un suspiro abrí la puerta dispuesta a aguantar cualquier mirada de odio que me regalase al verme entrar. Y si por el contrario todavía no había llegado pensaba esperarle el tiempo que hiciese falta sentada sobre su querida mesa.