Pasando parte de la noche. {Daf} [+18]

Todas las noches eran lo mismo. Horas y horas en aquel local, ligera de ropa y bailando un poco ante un par de babosos que pagarían lo que fuese por un poco de compañía. Era una noche lluviosa, tan sólo me había permitido el lujo de salir un par de minutos y fumarme un cigarro bajo la vigilancia de los de seguridad. Sí, no podían dejar que una de las diversiones de los clientes intentase escapar.
El local estaba lleno aquella noche, con suerte podría ganar un par de perras extra si lograba llamar la atención de alguno de los presentes y éste a su vez deseaba no terminar la noche sólo.

Tanto yo como el resto de mis compañeras nos encontrábamos bailando provocativamente sobre una de las plataformas cuando un muchacho se sentó en una de las mesas que había delante de ella. Desde aquella poca altura pude apreciar como disimuladamente se liaba un porro que seguidamente guardaría seguro que para fumárselo más tarde. Mi trabajo era provocar a los hombres que allí entraban, así que aproveché los pocos segundos que aquel muchacho mantuvo su mirada fija en nosotras. Mordiendo dulcemente mi labio inferior y dejando que mis penetrantes ojos azules lo observasen de arriba abajo. No me cortaba un pelo, ése era mi trabajo y cumplía con él a la perfección. Por otro lado, el muchacho era atractivo, detalle que lo hacía todo mucho más fácil.

Seguí con la mirada fija en el muchacho incluso cuando se levantó para pedir otra copa. Estaba segura de que al menos se había puesto algo nervioso, no era la más guapa de aquel local pero cuando me lo proponía podía resultar bastante provocativa. Mis piernas, suaves y largas, eran un punto a mi favor. Eran casi tan perfectas que resultaban la perdición de muchos en noches de pasión desenfrenada.

Aun así, tampoco el muchacho apartó la mirada. Desde la barra continuaba con la vista fija sobre mí –más en mi cuerpo, pero algo era algo– por lo que supe que había llamado su atención. De forma casi automática mordí de nuevo mi labio inferior y seguidamente le guiñé un ojo. Sí, el también había llamado mi atención y esa era la forma de hacérselo saber. De los que allí habían se podía decir que era de los más atractivos, ahora tan sólo faltaba averiguar qué era lo que podríamos encontrar en su cartera.

Deseaba tomarme un par de minutos libres, además de para tomarme alguna que otra copa acompañada de una pizca de polvitos blancos que harían que me relajase todavía más, también para probar suerte con el muchacho. Quién sabe, quizá podría mantener una buena conversación aquella noche pues hacía bastante tiempo que no charlaba con nadie.

Reí sarcásticamente al ver su reacción. No tardó en salir de allí por lo que, resignada de que no volvería a verlo continué bailando observando al resto de los presentes. Si no era aquel muchacho al que había conseguido poner nervioso sería cualquier otro. Movía dulcemente la cadera, agachándome y provocando a los que más cerca se encontraban de la plataforma.
Cinco minutos más así y podría tomarme un respiro. Al menos eso me comunicó una de las camareras.

Una vez libre tomé mi bolso y un abrigo largo que me puse por encima de los hombros para salir por la puerta trasera a tomar un poco de aire. Saqué del bolso un porro que tenía guardado y me lo llevé a la boca una vez me percaté de cómo la brisa rozaba levemente mi cara. Busqué mi zippo dorado y traté de encender el porro sin embargo, tras varios intentos fallidos me di por vencida.

―Joder, lo que faltaba. ― Murmuré mientras volvía a guardar el porro. Al menos me quedaban un par de polvitos y con algo de suerte podría prepararme una raya allí mismo. Saqué del bolso una pequeña bolsita y en ese mismo instante me percaté de que no estaba sola en aquel lugar, la figura de un muchacho sentado sobre las escaleras se dibujaba en medio de la oscuridad. El mismo muchacho al que hacía varios minutos antes pensé no volver a encontrar.

De nuevo, una sarcástica sonrisa se dibujó en mi rostro cuando aprecié cómo el muchacho se levantaba del escalón para situarse cerca de mí, sacando su zippo del bolsillo y tendiéndomelo con amabilidad. A la vez, me percaté de cómo sus ojos marrones me miraban de arriba abajo. Detalle bastante normal pues gran parte de mi cuerpo se encontraba al aire. El abrigo tan sólo llegaba a tapar poco más debajo de mi culo, dejando perfectamente visibles mis largas piernas. Por otro lado, tampoco lo había abrochado del todo por lo que se podía apreciar el escote que llevaba puesto. Saqué de nuevo el porro y lo encendí dando una par de rápidas caladas. El aire entraba por mi garganta e invadía mis pulmones para, a los pocos segundos hacerse un hueco para salir entre mis labios.
―Gracias. ― Dije devolviéndole el zippo y apoyándome contra la pared con una pierna por delante de la otra.

Poca era la luz que allí fuera había, tan sólo una farola a escasos metros me permitió el lujo de observar su rostro cuando se acercó más a mí. Entonces algo llamó mi atención. Vaya, el muchacho se había emocionado y ahora su querido amiguito trataba de luchar por salir de sus pantalones.

―Lo sé. Es difícil entrar ahí y no fijarse en las bailarinas. ― Comenté con cierto aire despreocupado mientras se acercaba un poco más a mí. ―Querido, relájate, o acabarás sacándome un ojo con eso que tienes ahí abajo. ― Añadí riendo a la vez que señalaba la parte alta de sus pantalones. Dejé el porro entre mis dedos y me limité a observarle detenidamente.

Solté una risa irónica ante el comentario de las bailarinas. Chico listo, pensé. Llevé el porro a mis labios y le di otra calada mirándole divertidamente por lo último que había dicho.
―Tan sólo hago mi trabajo. Si no hubiese sido yo habría sido otra. ― Contesté guiñándole un ojo a la vez que aspiraba el humo que había salido de sus labios. Tentador.

Observé cómo se alejaba un poco para, finalmente, volver a sentarse en un escalón y liarse otro porro con algo de nerviosismo quizás.

―Cielo, tanto vicio es malo en un cuerpo como el tuyo. ― Dije mirándole fijamente. Me separé de la pared y me acerqué a él. En aquella posición mis muslos quedaban a la altura de su cabeza. Sonreí de nuevo sarcásticamente, me gustaba ponerlos nerviosos. Señalé el hueco que quedaba en el escalón donde estaba sentado. ―¿Puedo? ― Pregunté por cortesía sin embargo, antes de que dijese nada ya estaba sentada.

Di una última calada al porro que ya se había consumido y lo tiré a un charco que se había formado justo delante de las escaleras.

Seguí con lo mío, has que se acercó a mí. Y con ella acercó esas largas y deseables piernas, ladeé lentamente mi cabeza para después alzar la vista con tal de mirarle a los ojos, joder que uno no estaba echo de piedra. Volví al movimiento de dedos sobre el papel y no pued evitar esbozar una media sonrisa. - creème, este cuerpo tiene aguante - comenté con una pizca de ironía y burla. Finalmente fuí dándole forma e alcé la vista nuevamente ante su pregunta, me encogí levemnete de hombros al ver que se sentaba, poniendome un pelín más nervioso, podría tocar su pierna desnuda con los vaqueros. En aquellos momentos me hubiese gustado estar en verano simplemente por sentir su jodida piel sobre la mía. Ei cálmate.

- Y respecto a lo de que me hubiese fijado en otra - corté aquel silencio. - no creo que hubiese sido así - le miré divertido - eran algo bajitas y no bailaban como - una furcia, una jodida furcia que te pone cachondo en menos de tres minutos, ea toma ya Liam. - como tú lo haces - sí, eso suena mejor. Finalmente acabé el peta y no dudé en encenderlo entre mis labios. Dí una suave calada y le miré dedicando una sonrisa de niño bueno a la rubia.

Me quedé observando sus ojos, para después bajar poco a poco mi mirada, con "disimulo", vale Liam hijo mío ¿no puedes ser más descarado verdad?, claro que puedo. Me mordí levemente el labio inferior y con tal de disimular un poco más hice como que miraba el charco que se encontraba a nuestros pies. - y dime... ¿cómo te llamas? - sentí curiosidad por saber sus nombre, aunque no estaba muy seguro de que lo dijera, pero con tal de preguntar...

Puse los ojos en blanco cuando afirmó que su cuerpo tenía aguante. Vamos, con aquella cara de niño inocente parecía no haber roto un plato en su vida. Sin embargo me guardaría ese comentario, por allí frecuentaban bastantes bandas por lo que si pertenecía a alguna más me valía no soltar demasiados comentarios que pudiesen molestarle.
―Me lo tomaré como un halago. ―Comenté cuando mencionó que ninguna de las bailarinas era capaz de hacerlo como yo.

Terminó de liarse el porro y se lo llevó a los labios para encenderlo, en aquellos momentos me daban ganas de sacar otro de mi bolso y comenzar a fumar como una loca. Bah, ya tenía bastante aquella noche. Sus ojos se posaron de nuevo sobre mi cuerpo a la vez que mi pierna desnuda rozaba levemente la suya. Lo único que separaba mi suave piel de la del muchacho eran aquellos vaqueros que llevaba. Lo observé de reojo con una pizca de burla en el rostro. Nadie me ganaba a eso de poner cara de niña buena. Y así le observé finalmente.

Me levanté y me coloqué de nuevo delante del muchacho. Necesitaba estirar un poco las piernas, por lo que comencé a menearme nuevamente siguiendo el ritmo de la música que se oía de fondo. Sí, un espectáculo privado, el muchacho estaba de suerte.
―¿Cómo me llamo? ― Me pregunté más a mí misma que a él. Por un momento barajé la idea de mentirle pero ¿Para qué? ―No creo que eso debiera importante.. ― Musité pensativa a la vez que continuaba moviendo lentamente las caderas, él ni siquiera necesitaría alzar la mirada pues éstas se encontraban un par de centímetros más arriba que su cabeza. ―Me llamo Dafnée. ― Respondí finalmente. ―¿Y tú? ― Añadí.

Ladeé levemente la cabeza cuando el humo de su porro chocó contra mis mejillas. Cierto era que la situación resultaba bastante porno, pero si quisiera un porro me lo liaría yo misma. No iba a mendigar el poco humo que saliese de aquellos labios.

Mantuve la mirada fija en sus ojos incluso cuando sus manos me pillaron por sorpresa y se posaron sobre mi cintura. Abriéndose paso lentamente entre mi abrigo para llegar a mi culo, ejerciendo una leve fuerza que me obligaba a acercarme mucho más a él.

―Cielo, no voy a dejar que vengas tú ahora a decirme lo que debo o no hacer. ― Contesté tan cerca de sus labios que por unos segundos parecía que éstos iban a rozarse. Pero no era así. No, sería lo que fuese, pero tampoco era una chica fácil. En cierto modo me gustaba hacerme la dura.

Sus labios descendieron lentamente hasta mi cuello. Podía notar su respiración sobre mi piel desnuda. Aire caliente que por la poca distancia que nos separaba chocaba inevitablemente contra mi piel. Entonces él mismo decidió traspasar la frontera y recorrer la poca distancia que nos separaba, rozando levemente mi cuello, provocando que mis labios se abrieran un par de milímetros dejando escapar un leve suspiro a la vez que mis manos se colocaban inconscientemente sobre su espalda.

―No está bien jugar con fuego. ― Le respondí. ―Podrías quemarte. ― Añadí en un susurro.

Sonreí sarcásticamente cuando sus dientes atraparon con despreocupación el suave lóbulo de mi oreja a la vez que sus manos firmes y seguras vagabundeaban libremente por mi espalda. Rompiendo cualquier norma, traspasando cualquier frontera. Tenía las manos algo frías sin embargo, poco tardaron en tomar algo de temperatura gracias al roce de mi cálida piel. Sí, un buen contraste.
Sus dedos recorrían cada rincón de mi delicada espalda, subiendo y bajando, rozando levemente cada punto débil que allí se podía encontrar. El más evidente, la zona baja de ésta.

Sentí como si una fuerza me obligase a dar un par de pasos atrás, y así lo hice. Pegándome de nuevo contra la pared. Bien, quería acorralarme y ya lo había conseguido. Sus labios rozaron los míos con cierta delicadeza al mismo tiempo que sus manos cambiaban de destino. Abandonó el desierto de mi espalda y decidió probar suerte en el pecho, haciendo que mis labios se abriesen de nuevo dejando escapar por segunda vez un leve suspiro, casi imperceptible quizás. Pero él estaba demasiado cerca. Tentadoramente cerca.

Mis labios se liberaron de los suyos durante unos segundos para acercarse a su oído. Atrapé el lóbulo de su oreja y lo mordí suavemente mientras mis manos se abrieron hueco entre su camiseta y comenzaba a rozar la piel se su espalda con la yema de mis dedos.
―No sólo estás jugando con fuego. ― Murmuré dulcemente en su oído. ―Sino que acabas de empapar la cerilla en gasolina.. ― Añadí mientras con mis manos ejercía un poco de presión para acercarlo a mí.

No respondí a su último comentario. Si quería jugar le dejaría jugar, aunque en el fondo me resultaba bastante divertido pensar en la posibilidad de irme de allí y dejarle con el calentón.
Mis piernas desnudas rodearon con fuerza su cintura, sintiéndole mucho más. Ya no hacía frío, la temperatura que desprendía el cuerpo del muchacho conseguía protegerme mejor que el abrigo incluso.

Junté mis labios con los suyos regalándole un intenso beso. Mordiendo ligeramente su labio inferior. Apasionada pero a la vez dulcemente. La temperatura continuaba subiendo, igual que su mano en mi zona delantera. Subió lentamente por la barriga, arrastrando a la vez la camisa, llegando finalmente a uno de mis pechos. Seguidamente, sus labios abandonaron los míos y acudieron al lugar en el que se encontraba su mano, provocando con ese roce que un leve gemido escapase entre mis labios.

Mi mano derecha se posó sobre su nuca mientras la izquierda seguía explorando su espalda en aquel callejón oscuro. La poca luz a penas me permitía verle, pero eso no quitaba que no pudiera sentirle. Me desplacé de nuevo a su oído, besando lentamente su lóbulo y mordiéndolo de vez en cuando. Tan sólo me separé de éste un par de segundos, los mismos que duro un breve gemido que se abrió paso entre mi garganta cuando noté como sus dedos acariciaban levemente el centro de mi zona íntima.

Sonreí sarcásticamente. ―¿Sabes que podría irme ahora mismo y dejarte con las ganas? ― Murmuré a la vez que una de mis manos luchaba por abrirse paso entre la zona alta de sus vaqueros.

Hacía frío en la calle pero a penas era perceptible ese detalle en el ambiente pues la temperatura entre ambos comenzaba a aumentar considerablemente. Las yemas de mis finos dedos se clavaban levemente sobre la piel de su espalda a la vez que él exploraba cada recoveco de mi zona íntima. Aquella zona que tantos dedos habían rozado, que tanto hombre había visto y que a tantas cositas había hecho disfrutar.

Más gemidos comenzaron a escapar entre mis labios chocando contra los suyos, perdiéndose entre el silencio de la noche. Allí, en cualquier callejón medio oscuro de Londres comenzaba algo que a cualquiera de los dos le daría igual recordar a la mañana siguiente.
Mordí apasionadamente su labio inferior, con tal fuerza que seguro que le había hecho una pizca de daño. Pero no importaba, la temperatura continuaba subiendo, al igual que el placer que ambos sentíamos.

Mi mano consiguió abrirse paso entre su pantalón y pude notar por encima de los calzoncillos cómo algo se había despertado allí abajo. Sí, el muchacho parecía que iba a explotar. Separé mis labios de los suyos por un momento y sonreí burlonamente.
―Cariño, deberías relajarte un poco o te dará algo. ― Murmuré a la vez que le acariciaba levemente dándome cuenta de cómo su respiración iba cada vez en aumento.

Ésta vez fueron mis labios los que se desplazaron en busca de su cuello. Le proporcioné un par de lametones para luego comenzar a succionar. Sí, seguramente él me había dejado marca y ahora era mi turno.

Sí, el muchacho había jugado con fuego. Y a pesar de mi advertencia no pareció preocuparle. Mi mano continuó dentro de sus pantalones, rozándole levemente por encima de los calzoncillos a la vez que mis labios seguían besándole el cuello. Mordiéndole y succionando un poco su piel.

Seguidamente, su dedo salió del interior de mi zona íntima y se limitó a rozar mi zona sensible. Obligándome de ésta forma a separarme de su piel y soltar otro gemido. Mordí mi labio con fuerza mientras mi otra mano le subía un poco la camisa, con algo de fuerza que me permitiese acercarlo más a mí. Él se lo había buscado.

―Mmm.. ― Murmuré cerca de su oído segundos antes de volver a su boca. Le besé apasionadamente con mucha más fuerza que antes. Sí, pensaba ponerlo a cien para que terminase rogando. Era un chaval, poco faltaría para que lo hiciese.
Alcé una pierna y la enrosqué a la suya, dejando que mi piel desnuda rozase la tela vaquera de su piel. Con éste movimiento me acerqué mucho más si era posible.