Géraldine J. Legendre

¿Qué es lo que ves cuando Adrianna se cruza por tu camino? Un bella y frágil joven, que inspira confianza y seguridad. Es una chica que no pasa desapercibida, claro que… más allá de lo que la gente ve –equivocadamente, todo hay que decirlo– Adrianna es mucho más que eso.

Empezando por su rostro. Éste se ve adornado por unos grandes ojos de color a camino entre el azul y el verde, expresivos e inocentes. Su nariz, de lo más normal, y sus labios, gruesos haciendo así que éste sea el rasgo característico de la inglesa, hacen que su rostro sea bello, completando con armonía la conjunción con sus ojos. A su vez, se ve enmarcado por una larga cabellera de un color a camino entre el rubio y el castaño, sin definirse en ninguno de los dos, casi siempre ondeando al viento. Además de esto, dispone de un buen cuerpo estilizado y delgado, sin llegar a un extremo, que hacen que, a pesar de no llegar al metro setenta, parezca más alta de lo que es.

Ya hemos hablado de su belleza, cosa que a simple vista todos perciben y que, obviamente, aciertan. No pasa lo mismo con la fragilidad. La gente que no sabe de su condición y que, por el contrario, ignoran tal cosa… puede verle como una joven frágil, débil…, pero están muy equivocados. La joven dispone de una fortaleza –tanto psíquica como físicamente hablando– que mucho quisieran, escondida dentro de un cuerpo que lo disimula bien y que le permite jugar con ventaja. La fortaleza física no viene por otra cosa que por su afición al boxeo –afición compartida con su hermano–. Con esto quiero decir que de chica débil, más bien nada.

En cuanto a su forma de vestir, le influye mucho el estado de ánimo. La puedes ver arreglada, esto querrá decir que está de buen humor; pero si, por el contrario, la ves totalmente dejada, no te acerques… ¡muerde! Aún así prefiere ir cómoda con vaqueros, camisetas algo anchas, shorts y un buen calzado cómodo, nada de tacones.

Cerrada, insensible, antisocial… Estos serían algunos de los adjetivos que te diría la gente que no ha llegado a conocerla, que desafortunadamente es mucha. Pero la rubia no es para nada como la pintan o, más bien, como ella se da a conocer.

Con la gente que no conoce, suele mostrarse callada, distante, arisca y, sobre todo, seria, pero aún así no deja de observar a las personas, de intentar sacar la mayor información sobre los demás. Esto no es por otra cosa que por su timidez, cualidad –defecto, según ella– que no le deja, en la mayoría de los casos, ser como es en realidad. Nunca, nunca, a pesar de que su expresión la traicione, dará a conocer sus verdaderos sentimientos hacia la gente, no al menos hasta que tenga tu confianza –aunque, aún así… ha sufrido mucho por el hecho de no mostrarlos a la gente que sí debía hacerlo.

Como he dicho anteriormente, su expresión suele traicionarla. Es demasiado expresiva, con tan solo una mirada puedes saber sus inquietudes, sus pensamientos, si está feliz, triste, enfadada… Por más que ella se empeñe en ocultar tras esa barrera de frialdad todo eso, quien sabe mínimamente como interpretar las miradas, sabrá sin mucho esfuerzo lo que pasa por la mente de la inglesa. Esto a ella la exaspera, pero no puede hacer nada.

Impulsiva, espontánea, hiperactiva, sincera, cabezona, perfeccionista, observadora. Éstos son adjetivos que comparten, tanto la Géraldine real como la que se muestra ante los desconocidos. No puede evitar hacer lo que piensa, sin pararse a estudiar con detenimiento si hará bien o no, si pesan más los pros que los contras, si saldrá beneficiada o si, por el contrario, surgirá dañada. Te dirá lo que piensa, sea bueno o malo para ti y si te sentará mal o no, pero para ella la sinceridad es algo importante, aunque no pase lo mismo con la sinceridad en los sentimientos. No parará quieta, aunque el moverse demasiado la agote y le influya en su salud. Nunca desiste de sus decisiones; cuando decide algo, lo lleva hasta el final, sin que nadie pueda hacerla cambiar de opinión. Todo lo que hace, lo hace bien, aunque tenga que esforzarse como la que más. Además, una cualidad que tiene es el saber disculparse cuando comete errores.

Con sus amigos, que no son demasiados, puede llegar a ser la mejor compañera de juergas, de tardes tranquilas… éstos la conocerán como es verdaderamente Géraldine, podrán disfrutar de sus palabras, de sus bromas. Divertida, habladora, llena de vitalidad, alegre. Así sería con ellos. Aún así, la joven cambia de parecer como de ropa interior. Puede estar de lo más receptiva y, de repente, enfadarse con el mundo entero y no soportarse, siquiera, a si misma.

Por último, cabe mencionar que para la inglesa, no existe la palabra amar. Para ella el mundo está lleno de gente egoísta, egocéntrica, que solo piensa en su ombligo, ¿acaso la gente así puede llegar a sentir amor por otra persona? ¡Que va! ¿Y el destino? ¿El amor a simple vista? ¿Los finales felices? Eso solo son tonterías de películas comerciales, simples tópicos. Ella es totalmente realista –aunque pesimista también– nunca cree en nada que no haya visto: solo los hechos merecen credibilidad.

• Roger Legendre Wayman – padre. 42 años. De origen ingles. Trabaja como mecánico.
• Anne-Lise Mourchois Broussard – madre. 39 años. De origen francés. Formó parte de la banda The caméléons, siendo guitarrista y cantante femenina de éste.
• Matthew Legendre Mourchois – hermano. † Murió hace tres años, con 18 años, por lo que ahora tendría 21. Aficionado al boxeo, no llegó a acabar sus estudios secundarios, por lo que trabajaba como ayudante de su padre en el taller mecánico.

¿Qué podía salir de la unión de una cantante guitarrista y de un mecánico? ¿Una cantante aficionada a los coches? ¿Una corredora de carreras ilegales aficionada a la música? ¿Una simple aficionada a los coches y la música? ¡Error!

Ya su hermano empezaba a ser un terremoto cuando Géraldine nació y ¿qué se podía esperar de ella? Sí, podría a ver sido la niña buena que toda familia tiene, pero desde bien pequeñita iba apuntando maneras. Empezó su vida en París, donde sus padres se habían conocido y donde, desde entonces, habían vivido. Empezó el colegio a la vez que empezó a pasar las tardes en el taller de su padre, viendo y escuchando las historias que relataba éste con la mayor pasión. A su vez, su madre le enseñaba todo lo relacionado a la música, le llevaba a los ensayos de su grupo y le enseñaba a tocar la guitarra. Tan solo con cuatro años era capaz de distinguir una llave inglesa de unas tenazas flexibles, una corchea de un blanca, un do de un la. Era la hija perfecta tanto para su padre, como para su madre, pero… ¿y su hermano? Él era diferente; un niño travieso, olvidadizo y nunca prestó demasiada atención a lo que sus padres querían enseñarle, por eso mismo cuando la pequeña llegó, vieron en ella la hija que había querido. Por esto y otras cosas, nunca llegaron a congeniar demasiado, las circunstancias no les dejaron hacerlo.

”Géraldine siempre recordará aquél día. Tenía diez años, su hermano doce. Para ese entonces, la manía que su hermano depositó en ella empezaba a hacerse palpable; ella lo notaba, sus padres también, pero aún así: quien juega con fuego, acaba quemándose. La pequeña, desobedeciendo a su hermano, había entrado a su habitación para buscar los colores, pero acabó encontrando lo que no tenía que encontrar.