Y aquella escena logró hacerme suspirar... {Dafnée}

Oh, gran oscuridad suprema que engulle todas y cada una de las sombras que se osan deslizarse sobre el gélido suelo de la ciudad a estas horas de la noche, traga a todos los desquiciados que puedas. Tortúralos, descuartízalos, y sobre todo, disfruta, no te olvides de disfrutar, pues es lo más provechoso que podrás hacer esta noche. Sin embargo, no te olvides de que hay una sombra que no debes ni tocar, la de Aaric, el muchacho que recorre las calles de la tétrica ciudad.

Cientos de botellas rotas encuentran de nuevo su destrucción cuando la suela marrón y desgastada de sus botas las pisan. Se rompen en cientos de pedazos una vez más. No sabe el por qué, pero le recuerda al momento en el que su padre mató a su madre. Horrible, horripilante, oscuro, tétrico, como tú quieras llamarlo, pero para él, todo aquello fue simplemente decepcionante. Rápidamente mueve la cabeza hacia los lados en un intento exitoso de librarse de ese pensamiento. Tras “olvidar” ese patético recuerdo, logra ascender la velocidad a la que se mueven sus pies. ¿Tiene un rumbo?¿Un objetivo en concreto? No, no tiene nada de eso. No se dirige a ningún lugar en especial, pues ninguno de ellos merece que ser honrado por su presencia. Sigue caminando, no para ni siquiera cuando un chicle de color rosa cuya textura es pegajosa y blanda debido a la saliva que aún sigue en él se pega en la suela de su bota derecha. Mira hacia un lado, y entonces ve algo que podría helar el alma de una persona psicológicamente débil. A algo menos de veinte metro a su derecha, bajo un árbol, hay un grupo de chicos en corro, todos beben, fuman, y algunos se meten algo de droga. Pero es no es lo escalofriante, lo es la escena que transcurre en el centro del círculo. Hay una mujer desnuda, con heridas por todo el cuerpo. Encima de ella, un hombre también desnudo que la maltrata y viola. Aaric aparta la mirada rápidamente y deja de contemplar la escena. Le parece repugnante que haya hombres tan cerdos en el mundo. Sí, él vende drogas y hay veces que se tira a la compradora por ellas, pero sólo se la tira. No la viola. Si alguna mujer se resiste, él insiste, pero cuando queda claro que ella no quiere, la deja en paz y punto. No sería capaz de violar a nadie. Su mente da vueltas a causa de la horripilante escena que acaba de contemplar.

Y... plop, cuando se quiere dar cuenta, se ha adentrado en el escenario nocturno del gran parque de la ciudad. Por lo menos dentro del recinto no hay nada que duela ver. Un par de chicos en estado de embriaguez, un joven y una joven sentados en un banco haciendo algo que Aaric prefiere no seguir viendo y un gran grupo de chicos bebiendo alcohol, y además mucho.
Sus botas siguen hundiéndose en la húmeda tierra que cubre la superficie terrestre en ese lugar. Un par de ramas bajas de los árboles osan rozar su aniñado rostro. Dirige una mirada llena de odio a las grandes plantas y sigue caminando. Tuerce un poco a la izquierda y encuentra un lugar rodeado de arbustos. Forma una especie de claro no demasiado grande, suficiente para unas cuatro personas. Entra rápidamente y sonríe cuando descubre que ni una sola alma estropea la “belleza” del lugar. Se sienta en una esquina, pegado a un marchito arbusto. Dirige sus grisáceos ojos al cielo nocturno y curva sus labios en una ligera y fugaz sonrisa.

El parque, un lugar repleto de muchachos dispuestos a lo que fuera a aquellas horas de la noche. Dejé que mis tacones resonasen en el lugar con cada paso que daba sobre el pequeño camino de piedra que había en el parque. Un sonido repetitivo que se perdía poco a poco entre la oscuridad que había inundado el lugar.
Las miradas se posaban sobre mí, perfecto. Pero ya ni siquiera tenía ganas de tirarme a un tío más aquella noche, ya había tenido bastante con los clientes que se habían acercado a mí en el local.

Me dediqué a pasear por el parque sin un rumbo fijo. ¿Para qué? Las casualidades siempre habían sido más interesantes. Respiré hondo y cerré los ojos para sentir cómo la suave brisa acariciaba mis piernas. Sin embargo, un breve grito consiguió hacerme abrir los ojos y poner los pies sobre la tierra.

A lo lejos, un par de muchachos formaban un corro alrededor de otro que trataba de abusar de una chica cuyos gritos ahogados desgarraban el alma a cualquiera. Incluso a mí. Suspiré mientras una parte de mí luchaba contra la que no quería acercarme a aquel lugar y regalarle una buena patada en los huevos al que se encontraba justo en el centro.
A mí ya no me daban miedo aquellas escenas es más, ya estaba acostumbrada a ellas. Sin embargo, aún conseguían ponerme un par de pelos en punta.

Continué mi camino y observé como un muchacho justo delante de mí contemplaba la escena sin inmutarse para, segundos más tarde seguir su camino. Parece que el mundo está repleto de cabrones, pensé ante la poca valentía del muchacho. Bufé y continué mi paso tras él, con la esperanza de murmurar algo si pasaba a su lado.
Se adentró en lo más profundo del parque oscuro, pasó por delante de un par de muchachos que no dejaban de beber y que trataron de insinuárseme cuando pasé yo entre ellos.
―Anda y cómprate una puta. ― Le dije a uno cuando me soltó un comentario bastante subidito de tono. Vaya, eso había resultado bastante irónico sin embargo, odiaba aquella actitud por parte de los hombres.

A pocos metros pude percatarme de cómo el muchacho, al que seguía por simple curiosidad, torció a la izquierda adentrándose en un pequeño claro rodeado de un par de arbustos. Salí del estrecho camino de piedra que me había llevado hasta aquel lugar y me descalcé, dejando que la poca hierba que todavía quedaba allí rozase levemente los dedos de mis pies. Avancé y me acerqué sigilosamente a aquellos arbustos, observándo detenidamente al muchacho.
―Cualquiera que te vea dirá que estás loca Née. ― Me murmuré a mí misma viéndome en aquella situación.

Sus grisáceos orbes ruedan. Se clavan en el cielo nocturno. Éste posee un color negro tan oscuro como lo es el alma de los desalmados de antes. Sí, esos cabrones que maltrataban a la chica. Probablemente sigan haciéndolo. Una parte de él ha querido correr rápidamente hacia todos ellos, intentar salvar a esa muchacha, pero la otra parte, la cual solo está llena de cobardía, sabía que sería inútil. Eran muchos, y habría perdido, además de que seguramente ahora todos esos chicos le estarían estampando las botas en la cara. Aaric prefiere no meterse en esos líos que no le incumben, pues puede haber pelea, y si no pierde, matará a alguien. Hoy no quiere matar a nadie. No quiere adornar sus manos de color rojo carmesí. No quiere tener que ser buscado por un delito más. ¿Cuánto delitos habrá cometido en todo ese tiempo? ¿Cien? ¿Doscientos? Personalmente creo que alguno que otro más, no los cuenta, pero no le hace falta para saber que son muchos. Un gélido aire comienza a recorrer toda la zona. Logra helar los brazos del muchacho, pues la camiseta que lleva es de manga corta y tiene alguna que otra rotura en la parte baja. Un escalofrío recorre su espina dorsal al completo. Sus brazos abrazan su cuerpo para intentar entrar en calor, o por lo menos lograr que la temperatura de su cuerpo ascienda un poco. Con ese frío cogería un constipado, y no de los pequeños. Agacha su cabeza y hunde su rostro entre sus brazos. Apoya su espalda en un arbusto cuya espesura es impresionantemente abundante y deja que sus labios se curven en una ligera y fugaz sonrisa que nadie podrá contemplar.

Pasan los minutos. El silbido que produce el viento penetra a través de sus oídos y logra desquiciarlo. Sí, logra desquiciar muchacho cuya espalda ahora reposa sobre la tierra cubierta de una fina capa de césped muy mal cuidado. El joven lleva las manos a sus oídos y los tapa para no escuchar el sonido que tanto logra sacarlo de sus casillas. Ese silbido comienza a cesar. Segundos después, ya no se escucha nada, exceptuando las palabras de algún borracho que va por ahí con sus amigos. Apoya una pierna sobre la otra, dejando así que la suela de la bota derecha quede al descubierto. Ve entonces el condenado chicle que se le ha pegado antes. Lleva una mano –la cual está cubierta por un mitón negro y desgastado- a la suela del calzado y despega la pegajosa masa con rapidez y habilidad. Sonríe y lanza el chicle a un lugar muy lejos, más allá de los arbustos que ocultan su cuerpo y permiten que no sea visto por nadie, o por lo menos eso cree él, pues no sabe que una muchacha está muy cerca de allí, con los ojos clavados en él y las manos sobre el corazón, rezando para que no la descubriese.

Sus labios se abren con intención de dejar escapar unas palabras. No se cierran de nuevo, y deja que la voz resuene en todo el lugar.
- Te aburres demasiado... –esas son las palabras que ha dicho. ¿A quién? Pues a él mismo. Aunque quizá lo escuche esa señorita que está al otro lado de los arbustos y se lleve un susto, pues podrá pensar que la ha descubierto, pero él no sabe nada de eso.
Aaric deja que la sonrisa de antes vuelva a esbozarse en sus labios y alza los ojos para contemplar el reino oscuro que se encuentra sobre la ciudad.

La brisa que se había levantado comenzaba a provocar un suave silbido que invadía mis oídos y no me permitía oír con total claridad lo que los jóvenes murmuraban a lo lejos. Tampoco era algo que me importase demasiado pues me encontraba mucho más entretenida observando al muchacho que se encontraba en el claro. Y es que el joven tenía algo que me resalaba familiar, demasiado. Su gesto despreocupado, su atractivo, su actitud. Le había visto en algún otro sitio pero no lograba adivinar en dónde.
Continué observándole tras los matorrales. Con gesto precavido y en un silencio total.

Los labios del muchacho se abrieron y dejaron vagar libremente entre los arbustos un par de palabras que habían sido producidas gracias a una leve vibración de sus cuerdas vocales. Aquella voz me sonaba, y mientras mi mente trataba de analizar mis recuerdos para ponerle un nombre, me sentí descubierta. Quizás había notado mi presencia desde antes, o incluso pudo haber visto cómo me acercaba a los arbustos. Pero allí me quedé, con mis pies desnudos sobre la hierba un poco mojada, mientras mi subconsciente no para d preguntarse de qué conocía a aquel chico y me incitaba, a su vez, a que me quedase a descubrirlo.

Me incorporé y avancé levemente. Cómo quien no quiere la cosa entré en el pequeño claro fingiendo que no me había dado cuenta de su presencia. O cómo si no me importase estar acompañada en aquel lugar.
Caminé lentamente hasta el centro mientras mis ojos observaban el paisaje que se había dibujado sobre mi cabeza. Miles de estrellas brillaban con luz propia, proporcionando a aquella fría oscuridad un toque de dulzura y belleza.

Me giré y observé la figura del chico recostado sobre el césped.
―Oh, vaya.. No me había dado cuenta de que ya estaba ocupado. ― Mentí.

» Decadencia [Dafnée]
» ~ Dafnée Stellete Frêne.