Take a breathe [Libre]

Jodie se frotó los parpados cerrados con los dedos para tratar de aliviar así la vista cansada que sentía, pero sabía del cierto que no serviría de nada.

Además, en aquel momento el leve pitido de su reloj de muñeca le anunció que acababa de pasar otra hora desde que estaba allí. La segunda. O tercera. Qué más daba, maldita sea...

Abrió un poco los dedos y miró a través de ellos la pantalla de su portatil con toda la fátiga que llevaba acumulada. Documentos y documentos de letras incomprensibles le devolvieron una mirada maquinal, burlándose en silencio de ella. De su ineptitud, su incompetencia, que le impedía ir más allá de las conclusiones más básicas de aquellos casos. Era incapaz de establecer conexiones y eso la frustraba. La frustraba de verdad, y pese a que había tratado por todos los medios de obligar a esa cabeza suya a funcionar a su máximo rendimiento a base de todos aquellos vasos de café vacíos que se encontraban alrededor de su mesa, seguía igual que al principio de entrar allí: sin nada.

Suspiró y sintió que se hundía un poco más en su sofá, como habiendo envejecido de repente diez años.

Quizás debía tomarse un descanso o terminaría enfermando. A fin de cuentas, técnicamente aquel era su día libre.

Descanso... mientras la palabra aún revoloteaba en sus pensamientos, no pudo evitar sonreír irónicamente. Descansar. Sí, claro.

Jodie tragó saliva y la sintió pasar por su garganta como un nudo rasposo, pero no se molestó en carraspear para deshacerse de la sensación. Esa aspereza de sentidos la llevaba instalada en su cuerpo desde hacía tanto tiempo que parecía que ya nada podía desvanecerla.

Y entonces escuchó esa voz.

Apretó los labios en una fina y hermética línea y le dirigió una mirada resuelta a su autor. Crossman, como no. Inspiró aire y lo soltó lentamente, ya que lo último que le convenía ahora era soltar su frustración acumulada contra su superior... aunque lo cierto era que esa posibilidad era tentadora. Terriblemente tentadora.

Se envaró en su silla despacio, y al hacerlo pareció que sus músculos adoloridos por mantener la misma posición encorvada por horas se quejaban en silencio. Apartó un par de vasos de café de la mesa y tomó otros tantos sin mirar al hombre.

―Crossman ―dijo a modo de saludo. Un seco y hermético saludo. Ignorando su pregunta, fue a tirar ese par de vasos vacíos a la papelera, y en cuanto regresó se dejó caer sentada de nuevo en el sofá, pero no parecía en absoluto relajada. Clavó sus ojos negros en los del hombre, y a su pesar su falta de paciencia empezó a aflorar en su tono―. ¿Qué quieres?

Nunca le había transmitido una buena sensación, aquel hombre. Había algo que no terminaba de gustarle en él, algo que le hacía rehuír cualquier contacto fuera de lo imprescindible... aunque a veces eso mismo resultara inevitable. Como entonces.