La tarde caia en Londres, y como todo el mundo en la epoca otoñal habia salido a estar un rato en el parque antes de que la nieve y las escasas horas de luz convirtieran aquel placer en elgo impracticable. Estaba tirada en el cesped, sobre una viaja toalla negra, con una botella de cherrycoke al lado, leyendo cazadores oscuros, esos maravillosos libros de tios irreales que dejaban al resto de los mortales a la altura del betun y que aun sabiendo que si guiaba sus expectativas por los hombres por esos libros moriria sola y rodeada de gatos y que aun asi seguia leyendo.
No se habia arreglado para ir allí, y se la podia ver en uno de esos escasos momentos en los que no parecia una mujer fatal. Chandal, deportivas, el pelo recogido en una coleta y la cara lavada y libre de todo maquillaje. Y aun asi seguia poseyendo ese punto feroz y felino que te hacia temerla y desearla a un tiempo. En su caso no era el habito lo que hacia al monje, era la actitud.
A su alrededor estaban Goliath y Brooklyn, la pareja de mastines napolitanos que habian descubierto su mayor entretenimiento en perseguir a las ocas que habia sueltas en el parque, y ella no le iba a negar ese capricho a sus niños mimados. Raven trataba mejor a los dos perros que a la moyoria de humanos que conocia, los mimaba y consentia como si fueran niños.
Se los habia regalado su padre como parte de la ayuda a montar el pequeño negocia y la verdad es que aquellas dos dulces fieras le habian salvado el pellejo en mas de una ocasion, como cuando aquel capullo intento pirarse con la mercancia sin pagar, perdio un par de dedos y tuvo que irse a un hospital con mordiscos en ambos brazos.
Normalmente era dulces y cariñosos, sobre todo con los niños, pero que nadie intentara amenazarla, entonces se volvian mas peligrosos que ella misma.