Yo robo, tu robas, el/ ella roba -Libre-

Corría. Corría con la euforia grabada en sus ojos celestes. Corría con la excitación y la adrenalina aun mezcladas en sus venas. Esa peligrosa combinación no hacia mas que propulsarla hacia delante, y cuando quiso acordarse, cuando se dio cuenta, había dejado atrás esa vieja tienda en la cual, minutos antes, había entrado. Pero no había entrado solo porque si. Su objetivo era claro, y lo había cumplido con creces. No hubo victimas fatales, pero que corrió sangre, corrió sangre. ¿Dónde estaba lo divertido sino?
Continuó unas cuadras mas, hasta al fin, doblar a la derecha en un callejón. La noche comenzaba a caer sobre ella, pero no le importaba demasiado. Se apoyó contra una de las desgastadas paredes mientras que esperaba que el corazón dejase de latirle tan rápido. Su respiración estaba agitadísima y era difícil volver a la normalidad. Era buena en lo que hacia. Nadie la persiguió, nadie intentó detenerla siquiera, porque sabían que les iría mal si lo intentaban.

Algo apresurada, buscó en el bolsillo de su chaqueta el tesoro. Con avidez, contó los billetes una y otra vez, pero el resultado no le complacía. Era mucho menos de lo que ella había esperado, y quedó decepcionada por unos instantes. Se resignó. Habría sin dudas, otras oportunidades mas adelante. Solo que si quería más dinero, debía planearlo con más detalle. No siempre iba a tener esa extraña suerte. No siempre la iban a dejar escapar. Debía ser precavida. Cuidarse. En este nuevo mundo, en esta jungla, solo el más apto sobrevive. Ella seria uno de los sobrevivientes. Guardó nuevamente el dinero en el bolsillo y se despejó el cabello de la cara, acomodándoselo con suavidad. Ahora, las sombras invadieron el callejón con más fuerza. Era noche sin luna. Una noche vacía y extraña. Una noche como las demás sin nada especial.

Unos ruidos la sobresaltaron al final del callejón. Había alguien mas cerca. Instintivamente, casi sin darse cuenta de lo que hacia, se vio con su confiable navaja suiza en mano. Desvainándola. Sintiendo como el filo se mecía en la brisa nocturna. Sus pasos, silenciosos, se asemejaban a los pasos de los tigres al cazar. De los guepardos, de cualquier animal asesino. Solo si el o la visitante era extremadamente sensible a los sonidos la hubieran escuchado. – Se que hay alguien ahí, sal ahora o atente a las consecuencias – Su amenaza fue dura. Se notaba en la voz la experiencia que tenia en amenazar. Su voz, se mezcló entre las sombras e hizo eco contra las paredes. Entrecerró los ojos, observando con atención lo que se aproximaba desde el otro lado del camino.

Conducía. O quizás... sí, eso sería una burda burla si con ello tratase de designar lo que hacía en ese momento. Pisó el acelerador a fondo y el coche patrulla se escabulló entre las brumas de la noche en aquel barrio marginal de londres.

Había recibido el aviso hacía apenas unos minutos. Precisamente, cuando ya se disponía a terminar su turno de noche, pero no habían tenido que decírselo dos veces, ni siquiera habían tenido que rogarle. Había cortado al inquieto policía al otro lado de la línea de un par de palabras secas, había seguido las indicaciones y había empezado a actuar por su cuenta en cuanto le dijeron que las patrullas de incognito habían perdido de vista a la chiquilla.

Sin poderlo evitar, una sonrisa triunfante se instaló en sus labios. Una rata de calle más que sumar a la lista.

Aparcó y salió del coche rapidamente, comprobando que el arma reglamentaria estuviera en su sitio. Dio una mirada circular y vio aquella putrefacta fracción de la ciudad con la mirada de un depredador. Al otro lado de la calle, unos mendigos empezaron a cuchichear dirigiéndole miradas prudentes. Una de las comisuras de los labios de Jodie se torcieron hacia abajo. Por eso odiaba usar el coche patrulla para ese tipo de cosas. Porque el anonimato de su profesión se iba a la mierda.

No hizo falta que buscara mucho, el instinto le decía que la ladronzuela no podía haber ido muy lejos. Y acertó.

Presionó la espalda contra el mugriento muro, sacando el arma de su funda y cargándola con un sonido seco. Esperaba hacer eso silenciosamente, pero al parecer alertó a su presa. Chica despierta. Sonrió.

―Yo de ti no haría eso... ―anunció, finalmente asomándose al callejón y dejándose ver. Alzó la beretta con manos de hierro y la apuntó con ella―. Policía de Londres. Tira ese juguetito tuyo al suelo y pon las manos donde pueda verlas.