La gran putada: ser novata | Stan

Tan pronto como los primeros rayos de sol filtrados por los nubarrones entraban por la ventana, el teléfono de Géraldine se abría en un estruendo insoportable. Una llamada. Su madre, que había cogido el móvil de su pequeña -no sin antes mirar quien era: Número privado-, apareció por la puerta para despertarla y avisarle, pero no hizo falta; en cuanto se aproximó a su puerta, esquivando la incipiente gotera de la entrada, el sonido que provocaba la despertó.

Dio un bote y se plantó delante de su madre, arrebatándole el aparato. Sin siquiera dejarle hablar, le giró y le condujo hacia fuera de la estancia, esta vez sin la suerte de librarse de la gota que caía. La rubia cerró la puerta en cuanto se libró de su madre, que empezaba a reprocharle algo que no pudo oír, pues ya había accionado el botón verde del viejo móvil. Como solía pasar: una llamada; una misión. Para desgracia de la joven, nunca solían llamarle, no si no tenían algo sucio que hacer, algo que solo una novata podía hacer. Empezaba a estar harta y, por desgracia, solo llevaba un par de meses y pico, tres quizás. Se acercó al viejo y destartalado escritorio y apuntó en la libreta que había encima la dirección que le decían: [b]Green Park, Bow[/i]. En cuanto escribió eso último supo porque era un trabajo sucio; Bow era uno de los barrios contrarios, en concreto el de ‘Los Originales’. Puso los ojos en blanco y colgó.


El cielo encapotado, advirtiendo que pronto llovería; las calles del barrio estaba frías, sin apenas gente transitándolas, daban una sensación lúgubre, de abandono, pero bien sabía que no era así. Géraldine caminaba rápido, con las manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero desgastada, siendo su único afán el acabar lo antes posible con su misión.

Tras la llamada, se había dado una ducha fría -no tenía más remedio- oyendo como su madre le hacía preguntas estando detrás de la puerta e ignorante de la ignorancia -valga la redundancia- que su hija le dedicaba. No estaba para un tercer grado o más bien no tenía tiempo para eso. Salió del baño, esquivándola, por suerte solo tenía que hacerlo con ella, ya que su padre había salido pronto para trabajar, a saber en qué. Entró en su cuarto y, tras enfundarse unos vaqueros elásticos, una sudadera con capucha y la chaqueta de cuero que habían pertenecido a su hermano y unas cómodas bailarinas con la suela desgastada, salió a toda prisa de la comisaria, quiero decir… su casa, que en esos momentos se parecía bastante a una comisaria con su poli interrogándola.

Calculó que le quedaban unos diez minutos hasta llegar a su destino: el Green Park de Bow. Según le habían dicho allí encontraría, bien escondido, un encargo que le habían hecho a no sé qué hombre. ¿Era necesario correr ese riesgo? ¿No era más fácil llevarlo a nuestro barrio directamente? Quizás ese hombre era de ‘Los Originales’ y no quería verse en problemas, o era de los nuestros pero estaba infiltrado o algo por el estilo. “¡Esto de ser novata es una gran mierda!” se dijo Gér. Nunca sabía nada, siempre estaba en ascuas, tenía que ponerse en peligro y, para colmo, ahora le tocaba fingir que no era más que una ciudadana del barrio contrario. Por suerte, el ser novata le proporcionaba la duda, la duda de si pertenece o no a una banda contraria. ¡Al fin encontraba algo positivo al hecho de ser novata!


Los diez minutos transcurrieron con total normalidad, había llegado al barrio sin ningún percance y nadie había sospechado de ella; una simple ciudadana, eso era ella.

Echo su largo cabello hacia delante, haciendo así que le tapara las orejas, que en esos momentos las empezaba a tener congeladas. Ya estaba en el parque, por suerte casi vacío, a excepción de una pareja de lo más pastelosa en un banco, un vagabundo durmiendo sobre un cartón bajo un árbol y un chico que caminaba no muy lejos de mí. Me entretuve mirando algo en el aparato que hacía más o menos una hora me había despertado, para así quedarme más alejada. Una vez perdí de vista al chico, fui hacia la papelera con la pegatina que me habían dicho. Allí dentro estaba lo que querían. Había sido fácil. Ahora solo tenía que volver a mi barrio y olvidarme.