Si los tontos volasen, tú no pisarías el suelo. {Stan}

- ¡Joder! – Su voz retumbó por la vacía casa.

Nuevamente ella se había quedado dormida tumbada en aquel sofá bastante viejo que ya empezaban a quedarse sin tela, le había despertado la iluminación del televisor que al parecer, era lo único que llegaba a iluminar aquella estancia. La noche ya había caído en la pobre ciudad de Londres, en aquel barrio todavía se podía oír las voces de los niños jugando a cualquier cosa o a los más viejos en la calle, charlando. Alargó su brazo para poder encontrar en interruptor de la lámpara que se situaba en la mesilla de cristal, al lado del sofá. Aún podía sentir en su boca el sabor amargo y pastoso que se queda tras una buena siesta, aunque lo suyo había sido de unos veinte o treinta minutos, no más. Todavía estaba algo dormida, se sentó en el sofá y mientras apoyaba uno de sus codos en su pierna para sostener su cabeza con la mano pensaba que podía hacer ese día, era viernes, seguramente los de la banda estarían en el garito, más tarde se acercaría, parecía que la información de la tele le sirvió, estaban hablando sobre el triste estado en el que se encontraba el London Park, allí iría para dejar su huella, un día más.

Tras lavarse y pillar una gruesa sudadera combinada con unos leggins negros y sus botas militares preferidas decidió marcharse, no sin antes agarrar su caja de tabaco, marlboro, dentro contenía el mechero. También optó por llevarse aquella botella de tequila que extrañamente seguía medio vacía en su armario, esa noche la acabaría, estaba dispuesta a cogerse una buena borrachera y no le importaba si era sola, mejor disfrutar de la soledad que de mala compañía, aunque tampoco se quejaba de su banda. Saludó a todos con los que se cruzó en su barrio, no utilizó palabras, prefería no malgastar saliva en tonterías, únicamente se dedicó a asentir y de vez en cuando utilizaba esa media sonrisa que le daba un aspecto de buena que realmente no tenía. Parecía que cada vez más farolas se iban jodiendo a medida que pasaba el tiempo, por supuesto que el gobierno no las iba a arreglar, para que molestarse. Incluso las que quedaban, comenzaban a parpadear, encendiéndose y apagándose, pronto ese lugar sería un buen sitio para otra banda. Ya había salido del barrio, llevaba el puño americano entre sus dedos, nunca se sabe con quien puede una cruzarse, por supuesto que aquella navaja automática aguardaba escondida, lo único que no llevaba encima era la pipa, pues tampoco iba a irse a la otra punta de la ciudad ni iba a pasar por ningún barrio enemigo.

Por el camino vio varios grupos, los cuales la miraban y solamente optó por saludar con un movimiento de cabeza a algunas de las llamadas Slaughter Gurlz, las conocía más o menos de pasada o viejos recados, no se llevaba precisamente mal con ellas pero tampoco había algo más allá de un hola y adiós. Su camino hasta el parque tampoco se le hizo tan largo, a ningún inútil no se le había ocurrido acercarse a ella, más que nada porque llevaba la botella en la mano y Neysa no tenía ningún problema en rompérsela en plena cabeza. No buscó ningún banco donde poder sentarse, más bien se fue a elegir una zona de césped donde no había nadie que la pudiese molestar con miraditas o palabras de borrachos, se sentó justo bajo el tronco de algún árbol, estaba completamente apartada del mundo, esperaba, que allí nadie la pudiese molestar. Lo primero que hizo fue quitar aquel tapón a la botella de tequila, tan solo de olerlo puso una mueca, era una bebida fuerte, se sirvió en el tapón y no dudo en llevárselo a la boca, había que empezar a divertirse, ya serían cerca de las doce de la noche. Tras volver a tapar aquella botella decidió sacar un cigarro, lo encendió en pocos segundos y para no aburrirse sacó el móvil, un poco de música tampoco venía mal a nadie, estaba completamente ajena a lo que a su alrededor pudiese pasar.

- Conozco a muchos de esos muchachos, en sus corros fuman porros. – Canturreó por lo bajo.

Su voz seguía la canción, seguramente más de un grupo si se quedaba en silencio la podía oír pero eso a ella le daba igual, la gente de esos barrios sabían que era mejor no molestar a los demás, que era mejor ir a su royo porque por el contrario, podría traer muchos problemas y más aún si se trataba de Neysa, la paciencia no era su punto fuerte ni mucho menos, más bien su lado violento empezaba a aflorar cuando comenzaban a tocarle las narices. Siguió con aquel cigarrillo entre los labios, dando profundas caladas y expulsando seguidamente ese invisible humo por la nariz, dejando que se perdiese en la oscuridad reinante de la noche. No tenía mucho que hacer y por lo general nada más terminar aquella vieja botella de tequila se marcharía al garito, donde la fiesta continuaría, más y mejor. Por si acaso habían decidido marcharse en el último momento decidió mandarle un mensaje a Anne, una de las que podía considerar amigas, escribió rápido y con precisión únicamente para preguntarle si seguían allí, antes de volver a dejar el móvil en su sitio optó por quitar la música. Alzó las manos para ponerse la capucha de aquella gruesa sudadera, cuanto más desapercibida mejor para ella. Fue en el momento en el que se encontraba dando una última calada a aquel cigarro cuando un chucho apareció allí, olisqueándola sin temor alguno. Frunció el ceño y en seguida se levantó para saber de que subnormal era aquel perro.

- ¡Eh, tú! – Su voz sonó por todo el parque – Dile a tú puto chucho que se vaya de aquí o yo misma le dejaré un bonito recuerdo.

Lo único que pudo oír duramente dos milésimas de segundo fue un silencio sepulcral, más de una pandilla de las que allí se localizaba pensaría que iba a empezar un nuevo conflicto y que era hora de marcharse. Localizada de pie acariciaba sus manos, dejando ver que no era una cría a la que tomar el pelo, su puño americano había dejado muchos recuerdos últimamente. No sabía de quien se podía tratar pero estaba segura de que no se trataba de ningún pringado, aquellos dos perros de raza peligrosa comenzaban a gruñir, cualquier día de esos se compraba un perro, estaba harta de los malditos chuchos adiestrados para matar, ya era hora de imponerse ante los demás. Suspiro pesadamente, dejando que la colilla del cigarro que anteriormente estaba fumando se consumiera sobre la mala hierba que ya comenzaba a crecer por esa zona, fruto de no ser cuidada. Aquella noche empezaba a convertirse en algo más fría, el poco viento que corría podía llegar a ser helador y un poco de niebla comenzaba a asomar por los bajos del parque donde se encontraba, por suerte ella iba bien abrigada. El bip de su móvil fue lo único que se atrevió a sonar entre aquellos segundos, porque por lo demás, el silencio dominaba ese sitio, raro.

Su rostro se convirtió en una mueca, quería saber de quien se trataba, por lo que ella recordaba ninguno de su banda tenía perros de aquella raza y si los tenían, mejor, uno más con quien pasar el momento allí en el parque. Echó un rápido vistazo hacia sus pertenencias y luego volvió a centrar aquellos ojos azules sobre el muchacho que parecía analizarla, quería que le respondiera ya, ella era buena recordando voces aunque su forma de andar le resultaba ciertamente familiar. La noche parecía mostrarse más amenazante sobre sus rostros a cada segundo que pasaba, alegrándose de poder iluminar un poco y confundir a los pobres humanos, dejándoles sin poder identificarse correctamente y confusos ante nuevas personas que se sitúan algo lejos.

Tic, tac. El tiempo corre...

Normalmente la gente de Londres, en especial, la gente de aquellos barrios marginales quería dar un aspecto de fuerza y poder que a la mínima hacían desaparecer, aquellas bandas se marchaban lentamente y en silencio porque no querían problemas, fíjate, ellos únicamente eran dos personas acompañados por dos chuchos, por lo visto eso bastaba hoy en día para ahuyentar a más de dos bandas, cobardes. Para llegar a lo más alto no hay que huir cuando las cosas se ponen feas, al revés, hay que imponerse, hacer saber que no temes a los idiotas que se están enfrentando por miedo a que la paguen contigo por estar por allí escuchando o mirando de forma descarada, pero eso únicamente lo saben los que verdaderamente están luchando por llegar al puesto más alto en la jerarquía, como por ejemplo, la banda de Neysa, estén todos o dos juntos, no temen, no se marchan, no se callan, siguen a lo suyo, haciéndose respetar y dando a conocer quienes son y que es lo que van a conseguir. Un ejemplo claro era ella, no se había callado la boca y menos aún había usado buenos modales, simplemente se dedicó a gritar a los cuatro vientos lo que pensaba en ese mismo instante, y por supuesto que no se arrepiente ni mucho menos porque le haya gritado a él, un líder, se llamaba… Stan.

Sus ojos seguían cada movimiento que el hacía, estaban atentos por si encontraba en ellos algo raro, no quería llevarse sorpresas ni golpes inesperados. El rostro que se iba formando en la oscuridad de la noche alumbrado por la luna le iba sonando cada vez más, sabía de quien se trataba, era un punto blanco para las demás bandas y ella lo sabía. Una ligera sonrisa que se vio convertida en una mueca se formo en sus carnosos labios, no había hablado con él mucho pero tenía entendido que era un chulo, que se tiraba a las tías y las trataba como perras, ese tipo de gente a la morena le desagradaba, por suerte, esa misma noche él estaba hay para asegurarle que lo que la gente hablaba, era verdad. El tono de su voz era varonil, lo cual no le sorprendió mucho, estaba acostumbrada a oír a Alexander hablar una y otra vez, los líderes son los más maduros de la banda, la voz de ambos era un síntoma de eso.

- Te creería… si supieras cuando es mi cumpleaños. – Contestó.

Aquellas palabras salieron como cuchillos que se iban a clavar en él, fría y sarcástica había hablado aquella vez. No era de muchas palabras y quien la conocía lo sabía, era mejor fijarse en los gestos que hacía. Bajó un momento la vista para observar aquellos caninos, a los cuales parecía no gustarle el tono en el que ella le hablaba a su dueño, si por ella fuera les clavaba allí mismo la navaja, los animales ya no son lo que antes eran. Ahora prácticamente son maquinas diseñadas para matar, ya no son tratados como animales de compañía. Con las personas pasa igual, ya no nos valemos con lo que nosotros podemos hacer, estamos siendo sustituidos por maquinas electrónicas que al parecer, tienen más conocimiento y cultura que muchos de nosotros. Incluso, se permitió el lujo de coger su móvil y observar aquel mensaje que le había llegado hacía pocos minutos, no había nadie en el garito, genial. Los planes ahora habían cambiado, se terminaba la botella y se marchaba a casa, fin de la noche. Volvió a alzar aquel delicado rostro y clavando sus ojos oscuros en él se decidió a divertirse un rato.

- ¿No puedes salir sin tus cachorritos o qué? – Su tono era de pena, claramente burlón.

Sabía con quien estaba tratando y lo cierto era que no iba a callarse la boca, no le temía a él, ni a sus perros. Si algo había aprendido en la banda era a no temer al enemigo y claramente, Stan era un enemigo, uno de los peores enemigos con el que podía haberse encontrado. Quien sabe lo que la noche les tiene preparado a ambos pero por ahora parece que la situación comienza a ponerse más caliente, lo peor de todo era que aquel chupito de tequila podía comenzar a hacer efecto en cualquier momento y Neysa bajo los efectos del alcohol, no es persona, directamente. Estaba algo impaciente, tenía ganas de volver a su sitio y seguir bebiendo y fumando como cualquier noche, sobre todo tenia ganas de perder de vista a aquel subnormal que se daba aires de chulo. Suspiró mientras se dedicaba a juguetear con un mechón que caía libre por su rostro, no perdía de vista ningún movimiento de él, si algo le caracterizaba era lo observadora que podía llegar a ser.

No veía lo suficiente como para poder apreciar el claro azul de sus ojos, aquella farola que antes había iluminado su rostro durante unos segundos no hacía más que parpadear, iba a fundirse en pocos segundos, lo haría antes si a algún graciosos se le ocurría lanzar piedras a la misma o si el viento comenzaba a azotar con más fuerza, por suerte, ella pesaba lo suficiente como para no salir volando de un momento a otro, odiaba que el viento corriese tan deprisa. Se mordía el labio inferior suavemente, de manera casi inconsciente, tenía ganas de volver a sentarse en su sitio y finalizar la conversación con aquel idiota, que, no más lejos de la realidad, solo le podía llegar a traer problemas y dolores de cabeza. Seguía observando cada uno de sus movimientos, tantos los de él como los de sus agresivos caninos que parecían no quitarle la vista de encima, no era por curiosidad, simplemente lo hacía por costumbre, al no hablar mucho es una manía que se adquiere a lo largo del tiempo casi sin darte cuenta.

Alexander no estaría muy feliz si ella le contase como otro líder se piensa que trata a los demás, él parecía en cierto modo distante, a pesar de no mostrarse muy afectivo su relación parecía ser buena con todos los de la banda, incluso con ella. Si Neysa abría la boca para contar su pequeño encuentro con el líder de otra banda lo único que podría causar sería un nuevo enfrentamiento por parte de bandas, no sería la primera vez que se tienen que liar a hostias. Ella, por supuesto, ya había dejado marcas de navajazos y puños americanos en la banda del chico que ante sus ojos se posaba, más de uno la recordará con cierto rencor y asco, con ganas de devolverle la misma jugada, por suerte, ese momento todavía no ha llegado aunque ella no teme por su seguridad, si algo le pasase la banda no tardaría mucho en cargarse al subnormal que la tocó y ella no dudaría en buscarlo al día siguiente, como muchos dicen, ojo por ojo, diente por diente.

- Él no es tan cerdo como tú. Sabe como ser líder. -.

No tenía mucho más que decir, con eso le había dado una buena explicación, si lo pillaba bien y si no también. Giró su rostro para observar el parque, ninguna puñetera banda había, frunció el ceño, parece ser que el miedo era quien llevaba todo el poder hoy en día. El sonido de algunos animales nocturnos se podía oír, pero no mucho, el viento parecía mandar sobre ellos haciendo que callasen y dejasen hablar a las dos voces humanas que, se encontraban solas en el parque. Aquella conversación no iba a durar mucho más, era consciente de que el muy cabrón podía acabar amargándole la noche, lo mejor era cortar la pequeña conversación cuanto antes y así lo iba a hacer ella en breves, no tenía ningún interés en quedarse hablando con él, y menos aún sabiendo la de puñaladas en la espalda que la gente se clavaba mutuamente cuando hablaban, desconfiada y lista, así parecía ser ella. Pero ante todo, realista, porque quieras o no, así es la dura realidad en esos barrios, hambre, pobreza, traición y avaricia, dominaban.

- Y ahora, mueve tú trasero de aquí. Tengo cosas más importantes que hacer. -.

Probablemente no le dio tiempo ni a responder, se giró sobre si misma y volvió a sentar su trasero sobre la hierba, en el tronco de aquel grueso árbol. Lo cierto era que él seguía ahí al lado, rezó para que no le diera por perder el tiempo con ella y que no se sentase, Neysa adoraba la soledad, algo que en ese momento no tenía, con dos chuchos mirándole con ganas de sangre y con un líder con cierto atractivo dispuesto a molestar. Buscó la caja de cigarrillos de donde sacó uno junto con el mechero, el cual se localizaba en la misma cajetilla, lo encendió con un poco de torpeza por el dichoso viento, el cual maldijo en voz baja. Cuando terminó de hacer lo que quería desde hacía unos minutos le miró, esperando a que se diera el piro o que por el contrario se sentase a molestarla un rato más. Parece ser que esa noche todavía era muy corta, tendría que esperarse hasta que amaneciese para saber como acaba todo.

Su cabello oscuro estaba despeinado, como siempre, no se molestaba en peinar aquel cabello extremadamente ondulado, dos mechones caían libres, el resto estaba recogido en un par de trenzas cortas, como muchas otras veces, cuando no tenía ganas de arreglarse normalmente llevaba ese aspecto, por el contrario, cuando se arreglaba para salir podía llegar a estar más radiante que ninguna otra vez, siempre lograba sorprender a quien ella quería, pero en ese día, en aquel encuentro casual, no le interesaba sorprender al líder de los originals ni un poco, nada, solo causaba asco, odio, llámalo como quieras. Se podía apreciar como la luna iba siendo secuestrada poco a poco por espesas nubes negras que no tardarían en dejar que la lluvia los atrapase, a todos, en el caso de ella no le importaba, le gustaba sentirse libre y sobretodo, formar parte de esa naturaleza tan privilegiada para muchos, chapotear en los charcos, alzar la cabeza para mojarse, empapar sus ropas, era algo que le gustaba, llegaba a casa llena de barro muchas veces.

Agradeció que aquellos chuchos acallasen esos odiosos gruñidos que provenían amenazantes desde su interior, las palabras que él le dirigió no le asustaron si era lo que realmente quería, aquel tono autoritario no hacía mella alguna en ella, solamente ese tono funcionaba si Alexander lo aplicaba con ella, su líder. Se permitió el lujo de mirarle a los ojos fijamente, pudiendo observar en esos momentos todo detalle debido a la cercanía entre ambos callejeros, soltó el humo de la última calada que había dado formando una sensual “o” con sus carnosos labios, se estaba tomando demasiadas libertades para tratar así a otro líder pero al fin y al cabo, así era ella, a quien no le gustase, aire. Por suerte aquel humo que había expulsado desde sus pulmones de aquella manera tan sensual no tuvo la oportunidad de chocar contra el rostro de Stan, el viento se encargó de arrástralo consigo a Dios sabe donde.

- Uh. Que miedo. – Burlona – Que te follen, Stan. -.

Su voz sonó desagradable, mal hablada y basta, como muchas otras veces, pero al fin y al cabo así se había criado y no tenía intención alguna de cambiar sus modales. No se había equivocado, al parecer el muy idiota tenía pensado quedarse por allí un rato para fastidiarle la noche a ella, eso no le gustaba ni un pelo, más bien podrían acabar muy mal o haciendo cosas que jamás debieron de suceder. Frunció el ceño para después dejar de mirarle, giró su rostro en dirección a aquella botella de tequila que ya no pesaba tanto, le quedaba poco para acabarse, no prestó atención a la presencia de él, más bien quería ignorarle. Se llevó la botella a la boca tras quitarle el tapón, un largo trago hizo que su boca ardiese en pocos segundos, picante sabor a alcohol, querido alcohol. Volvió a dejar el objeto donde segundos antes estaba, el cigarrillo aún se consumía libremente entre sus dedos, había fumado más el propio viento que Neysa, eso era una de las cosas que odiaba cuando el viento soplaba de manera más fuerte, más cruel. Volvió a dirigir su mirada felina al hombre.

- ¿Y bien? – Irónica.

Los primeros relámpagos comenzaban a verse en la noche nublada si te fijabas en el cielo, al igual que los truenos comenzaban a dejarse oír, asustando a los indefensos animales que aguardaban silenciosos en sus mejores escondites, una buena tormenta se avecinaba y si ella la iba a tener que pasar junto con Stan a su lado prefería marcharse a casa, hacerse alguna tontería para cenar y acostarse, mañana sería otro día y probablemente podría pasarlo en compañía de los suyos, ese día no había tenido muchas ganas de pasarse por el garito hasta por la noche, pero por desgracia, se habían ido de fiesta a los almacenes y ella no tenía ganas de gastarse la pasta en pedir un taxi para ir al lugar aunque no quedaba lejos, pero probablemente llovería. Una prueba más de la que se avecinaba eran los perros de el líder, parecían estar algo nerviosos e impacientes por marcharse de allí a casa, a un lugar más seguro, pobres animalillos, lo que tenían que aguantar con Stan.

- Neysa no juegues con fuego, cariño.
- ¿Por qué, mamá?
- Te acabarás quemando y lastimando.

Sabio consejo de madres, ella recordaba eso una y otra vez, en su infancia se lo había repetido muchas veces pero inocente de ella jamás le hizo caso hasta que comenzó a quemarse, a jugar mal, a caerse y levantarse una y otra vez y tener a Stan ahí solo le hizo recordar una vez más aquellas sabias palabras, frunció el ceño, no le gustaba recordar a la mujer que un día la abandonó, dejando la vida de su propia hija en manos del destino, eso no se merecía llamar madre, eso directamente no tenía nombre. Rodó los ojos ante sus palabras, parecía que el muy inútil a pesar de querer molestarla también se había propuesto algo más, lo llevaba bastante claro si pensaba que Neysa iba a tener algo con él, era atractivo, sí, pero era un enemigo, alguien con quien no debía estar hablando en esos momentos y ella, ante todo, era fiel a su banda, puede que diera puñaladas a su gente, pero no de esa manera. Volvió a dar una profunda calada a ese cigarrillo ya consumido por el viento, antes de expulsar el humo tiró la colilla, lanzándola cerca de Stan pero sin darle, comenzaba a hacer más frío en aquel lugar.

Sí, ella no se iba a andar con rodeos ni tampoco le iba a decir lo que él tenía que hacer en ese momento, no se iba a preocupar por alguien que solo le hacía perder el tiempo y que intentaba ponerla de mal humor, logrando no conseguirlo exactamente. Cogió la botella y el paquete de tabaco metiéndolos nuevamente en aquella pequeña mochila que la había acompañado esa misma noche. Los truenos y relámpagos volvieron a manifestarse en la oscuridad profunda de la noche, señal de que el agua caería en pocos minutos. Se puso en pie sin mirarle, pasó una tira de su mochila hasta posarla en su hombro y ya fue entonces cuando le miró, de pie le podía observar mejor, pues ahora se encontraba más cerca de él. Había sido más simpática de lo normal, vete a saber, según le daba hablaba más o menos, pero estaba claro que con las últimas palabras iba a concluir esa noche, o al menos por su parte. Sus acciones por esa noche habían acabado, solo quería llegar a casa, comer algo y dormirse, mañana sería un nuevo día.

- Hasta nunca, Stan. -.

Sus labios se curvaron en una sonrisa ladeada, irónica, claramente. No tenía ningún reparo en esperarle así que en menos de dos segundos se dispuso a caminar hacia la salida del parque.